Todos, sin excepción, quedamos retratados en esta curiosa
nave. Todos somos protagonistas.
Una enorme nave cargada de necios, que da cabida a todos los
integrantes de la sociedad, está a punto de naufragar. Una crítica feroz a la
sociedad del momento, que de no ser porque su lenguaje la delata, bien podría
serlo al momento actual y su necedad.
Se publica en 1494, en la ciudad suiza de Basilea. La nave
de los necios (Narrenschiff), o de los locos, está compuesta por 2079
octosílabos pareados, con los que el maestro de la sátira retrata a todos sus
contemporáneos. Al tratarse de pequeños capítulos
o episodios, la lectura es fácil, entretenida incluso, aunque de un calado que deja
de ser tan entretenido y pasa a ser preocupante.
Ninguna clase social escapa a la vista del autor, que
embarca a todos los locos en un viaje por las aguas de los ríos renanos para
llegar al reino de la locura, aunque nunca lleguen a desembarcar.
Con minuciosidad, el autor revisa desde la realeza a lo más
bajo de la sociedad, siendo todos cómplices del deterioro y la decadencia a la
que se ve sometida. Reyes y criados, clérigos y ateos, sin distinción de género
ni de clase, son todos ocupantes de esta nave a la deriva; todos aportan algo
al declive de la sociedad del siglo XV, en el que se encuadra esta obra de
Sebastian Brant.
Ningún vicio, ninguna maldad queda oculta a la vista de
Brant, que llega a retratar a más de cien locos, 111 en concreto, pecadores,
personajes de carnaval, gente sencilla y hasta el propio Ulises, tratado como
un necio más.
Si alguno no se ve retratado, que levante la mano…, le
buscaremos entre todos.
Además de la grandísima obra literaria que es, sorprende a
los amantes del grabado, con un buen número de xilografías, algunas de ellas
atribuidas al propio Alberto Durero amén
de otros maestros renacentistas como Haintz-Nar o Gnad-Her.
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