Pocas veces leo los prólogos y si los leo, lo hago tras
finalizar la lectura completa del texto o libro del que voy a dar buena
cuenta. Y lo hago así porque no quiero
influencias previas, no quiero indicaciones o interpretaciones condicionantes.
Así ocurre con el extraordinario prólogo de este libro, que lo es, pero que
deja al lector, únicamente, la tarea de confirmar lo leído en él.
Sobre los acantilados de mármol es una historia de tierras
imposibles. Asentados en Marina, una tierra de vides y calma junto al mar, la
vida de los dos protagonistas es un tranquilo devenir siguiendo sus estudios de
botánica y afanándose en darles una digna clasificación a las plantas que van
recolectando.
En la ermita de las Rudas, al pie de los acantilados, los
atardeceres son plácidos y la vida fácil. Después de haber participado en las
guerras que sacudieron antes la zona, viven ahora viendo crecer al pequeño que
juega por todos los rincones, que encanta a las serpientes y desconcierta a los
dos hombres y la mujer que vive en la casa y cuida de los tres.
Un buen día, en uno de sus paseos para recolectar nuevas
plantas y flores que añadir a su vasta colección, se adentran en tierras de la
Campaña y descubren algo, algo aterrador. La Campaña, gobernada por el
Guardabosque Mayor, es un terreno boscoso, plagado de nieblas y personajes
siniestros.
Algo comienza a ir mal, algo se está moviendo y
desencadenará una terrible guerra. Los hermanos serán testigos, desde el lugar privilegiado
de los acantilados, de los movimientos que se realizan en la Campaña, de las
luchas intestinas y de los métodos inhumanos que cambiarán para siempre el
destino.
Una bella historia, llena de magia, fantasía y terror.
Pero es Jünger, ahí
es nada, y pocas son las cosas que deja a la fantasía o al azar. Los
paralelismos con su propia vida y su época son claros. O eso parece. La Marina,
el lugar pacífico; los acantilados, la división entre ambas tierras; y la
Campaña, la tierra convulsa, donde la ambición y la sádica locura parecen
abocar hacia una única dirección: la guerra.
Como último aporte, para vuestra interpretación, Jünger fue
combatiente en la Primera Guerra Mundial y su obra “Sobre los acantilados de
mármol” se termina de escribir en 1939.
Lo sé, he hablado demasiado.
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