Ciencia ficción, sí, es ciencia
ficción y de la buena. Pero es una ciencia ficción desgarradoramente humana,
plagada de sensaciones, sentimientos e, incluso, dilemas morales.
Sólo un maestro como Stanislaw
Lew es capaz de recrear, de una forma tan densa y a la vez tan liviana, un
relato de ciencia ficción tan detallado, tan específico en circuitos robóticos
y campos electromagnéticos, conjugado con las conexiones neuronales humanas y
las insondables reacciones de eso que, dicen, es el alma del ser humano.
La novela narra el destino y los
avatares de una expedición a bordo de “El invencible”, una nave
tecnológicamente dotada de los mayores avances y orgullo de su tripulación, que
llega al planeta Regis III con la misión de rescatar o, al menos, conocer el
destino que ha tenido “El Cóndor”, una nave gemela que ha desparecido allí sin
dejar rastro.
En un tono gris, dramático y
pesimista, Lem va desarrollando la trama desde la imponente llegada de la nave,
desplegando todo su poderío y haciendo pensar que hace honor a su nombre, hasta
el descubrimiento de que no es un planeta deshabitado, al menos no del todo.
Con la seguridad de una victoria, aún pagando un
alto precio, los hombres se envalentonan, se sienten capaces de encarar
cualquier adversidad con sus equipos, con una reunión de intelectos trabajando
para conseguir un mismo fin.
[…] ¿Cuántos fenómenos similares,
misteriosos, incomprensibles para el hombre encierra el universo? ¿Iremos por
ventura a recorrer con nuestras naves todo el cosmos, llevando a bordo nuestras
poderosas armas destructivas, con el propósito de aniquilar todo cuanto esté
más allá de nuestro entendimiento? […]
Y a partir de ahí, sin dejar de
ser ciencia ficción de la buena, reitero, surge la reflexión filosófica,
humanista, acerca del bien más preciado que creemos poseer y que hace que, como
raza, nos hace creer que somos superiores o que tenemos la semilla de lo
sublime: la inteligencia.
Y, como tal, el hombre es capaz
de enfrentarse a otra inteligencia y, llegado el caso, podría admitir la
derrota ante un oponente desconocido con una inteligencia superior, más
desarrollada. Pero, ¿qué ocurriría si la humanidad se ve enfrentada a un ente
sin capacidad cognitiva, al que no es capaz de derrotar? ¿Qué pasaría si la
inteligencia, si la racionalidad no es lo único que existe y no es lo supremo?
[…] No nos está destinado todo el
universo, no todo cuanto existe nos pertenece […].
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