¿Quién mejor que un gallego para desquiciar a cualquier otro
que no lo sea?. Tal vez sobre eso sepa
mucho Rafael Estévez, ayudante del comisario Leo Caldas, quien pese a los vanos
intentos que realiza, es incapaz de entender el modo de ver la vida y, sobre
todo, de dar respuestas, que tienen estos habitantes del noroeste de España.
Una muerte marca el comienzo de esta novela que se
desarrolla en las Rias Bajas, en Vigo más concretamente. El cadáver de un
pescador que el mar traerá a la playa, que devolverá de su gran estómago, será
el inicio de una serie de pesquisas que
llevarán a la resolución del caso.
La difícil relación del hombre con sus congéneres en un
mundo rural donde el código de honor entre los hombres del mar, la palabra dada
y la hombría – en su mejor sentido - , valían más que cualquier otra cosa.
La trama no se complica demasiado, aunque siendo gallegos
quienes dan las respuestas, nunca se sabe por dónde va a transcurrir la
investigación. Estévez, desbordado, tendrá que ir aprendiendo poco a poco a
entender la manera de expresarse y de pensar
de esas gentes.
El comisario Leo Caldas, más curtido en las relaciones con
sus paisanos, irá dando los pasos necesarios para resolver el asesinato, a la
vez que desgrana la relación que mantiene con su padre.
Temas recurrentes para un autor que desarrolla su obra a la
vera del Atlántico, en ese lugar en el que, algunos creyeron, se ubicó el
paraíso: mar, muerte, aceptación o fatalidad y sorna.
Lleno de humor, del humor gallego, que tanto viene como va y
lo mismo sube que baja, sin dejar nunca de estar en el mismo lugar; un libro
que también nos habla de muerte, que en esta región esquinada de la península
se asume como una parte más del camino, cotidiana y sin estridencias.
Si eres gallego o gallega, te identificarás; si no lo eres
pasarás un rato entretenido y, para todos,
os hará sonreir un curioso Libro de idiotas.
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