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domingo, 11 de septiembre de 2016

La Frontera. Memoria de mi destrozada Siria_Samar Yazbek



Samar Yazbek es una periodista y novelista siria que vive en París; en un exilio que, como ella misma explica, es un sentimiento de desarraigo que no consigue arrancar de su interior la seguridad de su pertenencia a otra tierra, a una que hoy está siendo arrasada ante la mirada impasible de nuestro mundo occidental.
Una Siria llena de hombres,  mujeres y niños que están siendo diezmados por bandos o facciones que nada tienen que ver con ellos, cuya única finalidad es alcanzar el poder a costa de lo que sea.

Para ponernos en antecedentes, una breve explicación del desarrollo de los acontecimientos que están acabando con un país entero, con sus habitantes y, si se me permite, con la dignidad del resto del mundo, que asistimos como meros espectadores, sin tomar conciencia del conflicto y sin exigir a los dirigentes una actuación contundente y seria.

Todo comienza con una revolución pacífica y popular contra un dictador, los sirios se oponían al-Asad; esta revolución popular acabó siendo un amotinamiento general  contra el ejército y el Estado.

Entre las facciones rebeldes, entran en escena  los islamistas, que se adueñan de la situación y marginan de ella a sus auténticos protagonistas: los sirios. Aunque hay más facciones, el papel protagonista de esta sinrazón lo desempeña el ISIS (Estado Islámico de Irak y Siria), que viene a ser la facción fundamentalista y que, a día de hoy, constituye un Estado en sí mismo y una fuerza invasora.

Conformado por guerrilleros extranjeros, no sirios, que cruzaron la frontera turca, el radicalismo violento se ha adueñado de la situación y en medio de todo ello siguen los sirios, la población civil,  luchando como pueden contra, ya no una, sino dos dictaduras que han decidido exterminarlos. Por un lado, el régimen sigue bombardeando y, por otro, el islamismo fundamentalista sigue ocupando ciudades y acabando con cualquiera que se oponga a ellos.

Samar Yazbek narra cómo vuelve a su tierra en tres ocasiones. Oculta y protegida por sus anfitriones, recorre la región y trata de dar valor al trabajo de las mujeres, de generar cooperativas y proyectos de futuro, si aún queda alguno.

En sus incursiones es testigo de numerosos bombardeos, haciendo entrar en nuestro vocabulario conceptos y vocablos que no deberían existir para nadie, aprendemos sobre bombas de barril, misiles, bombas de racimo o francotiradores; es testigo de la solidaridad entre personas de distintas facciones; es testigo de mutilaciones y muertes; es testigo de la destrucción y la sinrazón; es testigo de que el valor de la vida, la cuestión fundamental de la vida, es únicamente poder sobrevivir.

Y, aún así, en medio del horror y sin ahorrar ningún detalle, no hay nada truculento en su prosa, no hay sensacionalismo ni regodeo en la desgracia. Hay dulzura, dolor y tristeza.

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