Un alma encerrada y atormentada que decide escapar para
descubrir, para descubrirse. Huye sola y temerosa a un destino poco común, Bali. Allí se verá
atrapada por la exuberancia de colores, de naturaleza, de sensaciones reposadas
o al límite, que dan paso a la explosión de la vida, en sí, para sí y para los
demás. Un manantial imparable de vida, de lo mejor y de lo peor que es capaz de
albergar. Vivir y no pedir permiso para hacerlo.
El descenso a los infiernos es necesario; a nuestros más
temidos demonios les encanta tentarnos
pero no son buenos en las distancias cortas y, por eso, podemos
enfrentarnos a ellos y renacer desde nuestras propias miserias.
En el viaje se acompañará, la protagonista, de lo que casi
todos llevamos en nuestras mochilas, amor, muerte, amistad, transcendencia, usos
sociales, miedo, aceptación, esperanza… y cerveza. Una gran combinación que, a
resultas, da lugar a un entramado curioso, entretenido, sutil, profundo en
muchos casos e hilarante en otros muchos. En suma, va más allá de la típica
historia de una viajera recorriendo destinos exóticos.
Escribir es ser libre y, por eso, respeto profundamente a
quien lo hace y la forma en que lo hace, cualquiera que esta sea. Al igual que
cuando nos expresamos verbalmente, no tiene más razón quien habla más alto,
tampoco cuando se escribe es, necesariamente, mejor el excesivo realismo o
coloquialismo semántico.
Sigo pensando que esta autora tiene mucho más que ofrecer en
cuanto a la estética de la palabra, como lo demuestran algunos de los capítulos
del libro o algunos pasajes del mismo, en los que se conjuga la profundidad de
lo tratado con la belleza plástica de lo expresado. Habrá que seguirle los
pasos.
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