La historia se inicia con las reacciones que se producen por
la demolición de una casona en una capital de provincia española y la aparición
de un documento con las memorias de D. Celestino Navoa, el abuelo y primer
protagonista.
A partir de ahí, será mediante esas supuestas memorias, y a
través de un periódico local, cómo se irán conociendo las vidas, los retazos
suficientes de vida, para ir conformando la historia completa de cada uno de
ellos. Hasta ahí, el resto hay que leerlo…, y merece la pena hacerlo.
Con todo, la parte más interesante no es el fondo, que lo
es, sino la forma. Un autor que conoce el idioma castellano, el riquísimo
idioma castellano; que además lo maneja exquisitamente ¡y lo usa en su novela!
Es de agradecer, por fin, que a la belleza de una historia se le una la belleza
plástica de su exposición.
El planteamiento es diferente, denota un esfuerzo
estructural que es preciso reconocer. No todo vale en la literatura, aunque
todo sea respetable. Hay un buen manejo de los tiempos, no hay fisuras en la
historia, si bien reconozco que, en algún punto, he pensado que se trataba de
la unión de esbozos de posibles novelas o de partes de la profundización de
cada personaje.
Los narradores son muchos y variados. Diferentes puntos de
vista, que confluyen en el tema central, y enhebran la historia. Esto conlleva
cierto riesgo, y es que la voz de cada narrador se confunda con la anterior,
cosa que, sin ser necesariamente demérito, ocurre en este libro. Los estilos de
cada narrador en la segunda parte de la novela, segunda parte lo digo yo, no quedan definidos, se confunden.
Si acaso, y por decir algo que no me haya gustado, incluye a
un personaje, un presbítero…al que no le gustan los gallegos. ¡Tamaña
desfachatez!
En fin, y ahora en serio, altamente recomendable.
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