Y lo es. Es tan liviano que el tiempo no importa, que los
ciclos vuelven y que lo que fue un destello fugaz en la juventud puede ser la
inspiración de una vida entera.
En una época futura, pero no tanto para que sea pura ciencia
ficción, los planetas y los sentimientos humanos siguen girando en órbitas
idénticas.
La relación una nieta y una abuela, ambas intelectualmente
brillantes, tras años de ausencia de la segunda, abre de nuevo una herida que
se creía cerrada en el hombre que es nexo entre ambas, el padre y el hijo
respectivamente. Rememora, dolorosamente, el abandono del que ha sido víctima
por parte de su progenitora, el desamparo y su niñez a la sombra de un padre
que también fue un marido abandonado. La incomprensión acerca de los motivos,
la cerrazón de una mujer que solo, tantos años después, es capaz de confiarlos
a su nieta en la que se refleja y a la que arrastra en su entusiasmo.
Otra mujer, madre, esposa y nuera, será la que atisbe la
grandeza de la puerta que se abre; la que puede entrever que todo se calma, que
todo pasa, que todo se puede perdonar y curar.
Mujeres de marcado carácter las tres, hacen que pivote sobre
ellas la existencia de cuantos las rodean, con sus tramas, sus peleas
cotidianas, sus corruptelas y sus proyectos. Mujeres fuertes y duras que se nos presentan
de forma delicada, casi entrañable. Esta aparente contradicción es mérito de
una autora capaz de transmitir eso en sus palabras, belleza, dulzura y suavidad.
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