¿A qué se
enfrenta un hombre sin color, derrotado por la sociedad, por su círculo más
íntimo y arraigado? Se enfrenta a si
mismo.
Y si no es
capaz de comprender, de entender, las razones de ese involuntario aislamiento,
se enfrenta a algo peor: al vacío. Ese vacío que llevará al protagonista al
borde de la ruptura más drástica consigo mismo y con el mundo, que hará que el
suicidio y la muerte sea la única alternativa.
A partir de
ahí, del fondo del vacío, sólo la voluntad le hace levantarse para ir descubriendo
su color en el mundo. Centrado en sus
estudios, emerge como un hombre capaz, activo y sobresaliente en su campo.
Durante
años, la incertidumbre acerca de lo ocurrido en el pasado le va reconcomiendo;
alguna vez buscará la amistad, sin ataduras, y otras veces buscará sexo, sin complicaciones también. Elementos
necesarios para caminar sin ver el paisaje.
Sólo cuando
necesite entregarse por completo, será cuando se vea apremiado a hurgar en el
pasado, a descubrir lo acontecido y a bucear en su propia historia. Descubrirá
así, la razón de la segregación a la que
se ha visto sometido, sus propias paranoias mezcladas con la realidad que le
irán completando los colores de un cuadro pintado en la juventud.
Su pandilla,
su sostén juvenil y cordón umbilical con la sociedad, el rechazo al que se ha
visto sometido por sus integrantes y todo lo que nunca supo de sí mismo y de lo
que él creía el centro de su universo. Los amores adolescentes, las fantasías
reprimidas, las curiosas relaciones sociales que se establecen mediante la
pertenencia, o no, a un lugar
determinado o la solidaridad que une a personas del mismo sexo, por el mero
hecho de serlo.
Todo sale a
la luz, únicamente, cuando se vuelve al pozo.
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