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miércoles, 11 de julio de 2018

Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones_Charles Bukowski



Bukowski el maldito. Sus lectores podrían dividirse en dos grupos, los que lo aman o los que  odian…, y después están los gallegos. De cada uno de los grupos conozco adeptos. Por mi parte diré que no lo amo.
El libro recopila una serie de relatos cortos, diecinueve, en los que hay una gran parte autobiográfica y más de lo que Bukowski ofrece en sus desvaríos alcohólicos, en definitiva, el llamado realismo sucio.
Un desfile de personajes, casi todos ellos desgraciados y de la más baja calaña se suceden en estas historias que se nos presentan con una grafía anárquica, evitando, en ocasiones la puntuación. Uno no sabe si producto de una estudiada rebeldía – ejemplo de ello tenemos en la literatura española – o, tan sólo, producto de una de las miles de borracheras que de él se cuentan y que el propio autor reconoce.
Leer a Bukowski es estar preparado para cualquier cosa, excepto para la estética. Es verdad que entre tanto semen, vómito y sangre se cuelan magníficas reflexiones, de una dureza que casi duele, pero se pierden pronto en ese mar de inmundicias que nos muestra en sus composiciones, en detrimento de las profundas críticas sociales que hace. Aunque lo tiene, y no es baladí, se pierde el fondo en la forma.
Siendo  muchos los que lo aclaman, y muchos de ellos grandes entendidos en materia literaria, quede claro que esta no es una crítica literaria, sino una humilde opinión; que uno no tiene que entender de vino para saber si un caldo le gusta, o no.
Es de los autores a los que hay que leer, al menos, una vez en la vida. Cada uno decidirá si continúa su lectura o prefiere cambiar de aires. Allá cada quien.
Para mí, quedan las palabras del tío Cándido de Valera…: “quien no te conozca, que te compre”. Pues eso.

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